Ruta Hispanoamericana








Al transitar las estrechas y curvas calles que llevan hacia Coamo no puedo evitar remontarme a otros tiempos. Desde que atravesamos el límite que lo separa de Aibonito se nos advierte: Ruta Hispanoamericana 1898. Al comenzar a descender no topamos de frente con montañas de formas estilizadas que nos recuerdan a los cemíes de los taínos. La carretera aunque ancha es escabrosa. Nos asomamos por el borde a profundos declives llenos de árboles y a lo lejos divisamos el mar. A medida que bajamos vemos los retazos de viejos muros y carreteras por donde alguna vez galopó el caballo del invasor y el de los defensores de nuestra tierra. Fue precisamente aquí en Asomante, la última trinchera, donde en agosto de 1898 se libró la ultima batalla por defender nuestra libertad, la batalla que unió a criollos y peninsulares en una misma misión.
La ensoñación se detiene cuando en medio de una curva divisamos un letrero que iluminó mi rostro: “Rellenos de apio” . Precisamente al doblar la curva encontramos, a la orilla de calle, una vitrina acompañada de una estufa y neverita. Entonces, ¡al ataque! Yo, por supuesto, me devoré el relleno de apio mientras que José se relamió los dedos cuando se comió un muslo de pollo frito acompañado con papitas. Fue divertido descubrir cómo un tradicional kiosco de fritura se diversifica. Mientras esperaba por mi relleno aproveché para fotografiar la vista de los cerros a mitad del descenso y a una mariposita inquieta que no quiso posar ni un segundo para mí.
Al seguir nuestro camino nos encontramos con una de las Casas de camineros que servían de hogar para los encargados de darle mantenimiento a la Carretera Central a finales del siglo XIX. Más adelante nos encontramos en el puente Las Calabazas que pasa sobre el río Cuyón. El puente es antiguo, su estrechez y estilo lo evidencian. Del otrora caudaloso río Cuyón sólo queda un hilo que serpentea entre las colinas coameñas y acompaña a las pocas vacas que pastan por aquel lugar. Ya abajo comienza el desfile de estructuras antiguas que se me antoja pensar eran las grandes casas de los dueños de las haciendas que se adivinan entre ruinas a lo largo del camino. Una vez en el casco urbano nos dedicamos a caminar por las calles centenarias de Coamo bajo el incandescente sol de mediodía boricua. En lo primero que reparé fue en un edificio que antes funcionaba como hotel al lado de la plaza pública. El mismo, al igual que muchos de las edificaciones aledañas están en proceso de restauración, cosa que me alegra porque la tendencia es destruir y olvidarse del resto. Frente a la misma plaza ubica el Museo Histórico de Coamo, al que no pude entrar porque está cerrado. También pude ver la iglesia del pueblo y sus campanas centenarias llenas de historia que, justo cuando llegamos, llamaban a misa de doce mientras por la plaza desfilaban los parroquianos en familia.
Luego de que mis ojos lo absorbieran todo allí continuamos nuestro camino hacia Santa Isabel, que está a minutos de Coamo. Nuestra misión era llegar a la legendaria fonda de Angelo. Por intuición llegamos al pueblo y, luego de hacerle un shooting a las estructuras antiguas que allí no corrían la misma suerte que las de Coamo, caminamos hasta la legendaria fonda. Techo alto, abanicos, puertas y ventanas que cierran con tranca, techos de zinc, mucho calor y caras satisfechas componían la escena. Nuestros platos: el mío fue arroz con gandules y fricasé de cabro; el de José, arroz blanco y churrasco. La hartera fue grande y el helado de Cold Stone que teníamos en mente como postre tuvo que esperar hasta una próxima ocasión.
El regreso fue placentero. Los árboles que abarrotan la orilla de la Carretera Central reflejaban una luz tenue y la brisa soplaba limpia. Subimos la montaña por la misma calle zigzagueante que hace poco más de un siglo también subieron a caballo los soldados hacia Asomante. A mi lado viaja su recuerdo. Les sonrío y les agradezco la historia, los lugares y los caminos que aquel día me condujeron allí. Me devolvieron el saludo con una sonrisa lastimosa y la mirada perdida entre las verdes colinas inertes que tanto han visto pasar.

Nota:
Durante nuestra visita no pudimos entrar a varios de los sitios de interés porque era domingo. Para que no se pierdan ni un sólo lugar de interés en Coamo pueden acceder a:
http://www.coamo.puertorico.pr/turismo/t_zh10.htm
Si desean conocer un poco más sobre la Guerra Hispanoamericana pueden acceder:
http://home.coqui.net/sarrasin/monu.htm#anchor241135
Igualmente existen muchos libros sobre el tema. Entre los mejores:







  1. Aibonito en 1898, En la última trinchera: la Batalla de Asomante por Edgardo Prats (No ficción)



  2. Crónica de la Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico por Angel Rivero. (No ficción)
    Para más información sobre este libro acceda http://perso.wanadoo.es/padron/rivero/



  3. Seva Luis López Nieves (Ficción)



  4. La Llegada por José Luis González (Crónica + Ficción)

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