El café de don Pedro

Un café sabe mejor si se toma en buena compañía. Así lo sentí este pasado sábado en el café de don Pedro en Barranquitas. Ese día en la tarde decidí dar la vuelta por el pueblo para ver la plaza encendida y de una vez escuchar los cánticos de la misa de siete. Al doblar la calle noté que la librería estaba abierta y decidí entrar. Abierto al público hace apenas un mes, dentro de la librería y Museo del Cine en Barranquitas, encontré El Café de don Pedro. El lugar le da nuevos aires a la vida nocturna en el casco urbano, al menos durante el fin de semana. Para quienes salgan con una soberana "jartera" de La Vaca Brava, La Vecindad del Chavo o Los Aviones, tienen que hacer una parada obligada en el Café de don Pedro a darse un buen café y recuperar energías para el viaje de regreso a su hogar. Allí el aroma del café artesanalmente preparado por Pedro se mezcla con las anécdotas y el buen humor de Diana para hacernos pasar un rato chévere.
Este espacio fue creado para las familias, los amigos y para todo aquel que de verdad quiere compartir y pasarla bien. Pedro y Diana en el café le infunden vida al lugar con todo su calor humano. Mi visita imprevista duró más de dos horas. Allí, frente a una aromática taza de café del bueno, conversamos precisamente sobre café, sobre el proyecto de establecer este maravilloso rinconcito en la librería/museo e incluso sobre todos los rincones de esta isla que nos falta por visitar. Al final resultó que Diana y Pedro son unos entusiastas como José y yo. Nos hablaron –incluso nos mostraron fotos- sobre muchos lugares poco conocidos de Puerto Rico a los que nosotros todavía no hemos llegado. Y lo que fue más gracioso, al igual que a José le gusta ir de expedición en busca de fondas tradicionales de nuestra isla, ellos van al menos una vez al mes en busca de pizzerías que satisfagan su paladar.

Yo soñaba desde hace mucho con un lugar así. Quería que tuviéramos un espacio acogedor, allí mismo en el pueblo, donde compartir relajadamente con gente agradable, al calor de un café o chocolate caliente que calme un poco el frío de la montaña –y mi alergia imprudente-. ¡Y lo encontré! En la pequeña pero muy acogedora librería/museo puede darse un cafecito mientras ojea algunos libros o se pasea entre los afiches de películas clásicas y los antiguos proyectores, utilizados décadas atrás en ese mismo lugar. Como me pasa siempre, las imágenes me transportaron. Recordé vagamente una presentación teatral que hice cuando niña en el antiguo cine; miré con nostalgia los rosarios enormes, iguales a los que tenía mi abuelo; sonreí al repasar las páginas de los libritos religiosos que mi abuela me regalaba de niña ; y soñé con todas las cosas buenas que pueden venir para mi pueblo en adelante a partir de este gran paso que se ha dado.
A todos los otros lectores, los invito a apoyar lugares como éste que se forjan con mucho trabajo para el disfrute de todos. Agradezco profundamente al padre Juan José Colón quien tuvo la idea y la convirtió en obra, y a todos aquellos que hicieron posible la transformación del antiguo cine en el lugar que es hoy. A Diana y a Pedro por su talento, su carisma y su compromiso. Gracias por regalarme una tarde alegre y por un café exquisito.

¡Hasta la próxima!